viernes, 6 de marzo de 2009

una dama a su espejo

Ha dicho que me ama Luego llamó mis cabellos
Hilos de seda donde Cupido tensa su arco;
A mi mejilla, una rosa que cae sobre la nieve fresca;
Y juró solemnemente, que mi cuello era la desesperación
De Psique, la envidia de Venus.
El tiempo y el cuidado
Desvanecerán estas ternuras
El dios Alegre, lo se,
No usa cuerdas en su arco.
Cómo podría hacerlo, cuando yo, decrépita,
Suplique por un beso en la mejilla
La helada nieve de mi piel se derretirá
La rosa que cae morirá
Y sobre su tumba cetrina yacerán
Las huellas profundas de la vida,
Y las garras del descarnado cuervo.
Cuando este altivo cuello se desgarre,
Cuando su tersura se pierda en infinitos pliegues,
Como una fruta madura expulsada del árbol,
O como un descansado y abandonado acordeón,
Cuya última melodía ha exhalado
El Amor… ¿también se volverá helado?

De:
Ella Wheeler Wilcox

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